La vida entregada al universo frágil
nos puso a prueba bajo la tempestad de Valdivia,
nos pulsó a través del otro
y de la historia,
que escrita o no
es auténtica y real.
No hay palabra ni oración que lo describa
sólo un sentimiento extraño y nuevo;
una especie de miedo que fortalece y obliga creer.
Las palabras que han existido por siglos ahora se tornan nuevas y mágicas,
las ironías de lo sabido
son como cascadas de sonidos que enternecen las horas que nunca son vacías.
El nacimiento de esta conciencia crece como la enredadera y brota del sol
que ilumina sobre las nubes los días lúgubres de otoño en esta ciudad.
El patrón que lo rige no es más que el amor
ni menos que este,
pues no tiene lógica
y aún así persiste y habita la razón.
Ruge la selva de este paralelo sur,
sumergida en nosotros mismos
cómo la tribu que somos,
y el descanso que merece el sueño más profundo es ahora nuestro Amparo.