jueves, octubre 16

Longaví


Lejana niebla
humedeciendo cánticos ebrios
ocultando crueles signos de bronce
como si el temor fuera hierba hostil

[el cólera es de noches eternas]

Todos los artefactos decayeron en el oxido rústico
de una generación extraviada.
Una iglesia duerme siesta en el regazo de una plaza adicta al olvido
y al despojo.
Entre sonidos del tue-tue el alba despierta
canales y culebras.

jueves, agosto 28

Final


La nostálgica aparición de la madurez
despertó las cruzes de piedra volcánica.
Llovió durante semanas, día y noche.
En la ventana sopla veleidoso aveces
el viento perdido de una tempestad pasada.
Ahora, mi melancolía pende como el crepúsculo
de un cielo que está pintado en oleo.

sábado, junio 21

Historia del hombre pájaro


La etapa de la historia de la isla de pascua (siglo XVII y XVIII d.c., app) estuvo marcada por innumerables e interminables luchas entre las grandes tribus; éstas, denominadas guerras tribales, tuvieron como resultado el fin de la primera cultura: la del moai.Las guerras dieron paso a una nueva administración político religioso en la isla y quedó atrás el culto al hombre, al ser derrumbados todos los moai. La nueva época se caracterizó por una vue lta a las tradiciones más antiguas de Polinesia: el culto a las aves. Los líderes religiosos de la isla se asentaron en el borde sur del volcán Rano Kau, creando la aldea ceremonial de Orongo. Año a año se esperaba la llegada de las aves migratorias que, según la tradición oral, eran enviadas por el mismo dios Make-Make para avisar el comienzo de una nueva temporada, pues en el pasado exitían sólo dos épocas anuales: hora y tonga (verano e invierno).La ceremonia del hombre pájaro consistía en una competencia que tenía como objeto la captura del primer huevo de la camada del ave manutara. Cada tribu tenía un representante (hopu manu); quienes se recluían en las inmediaciones del volcán Rano Kau para entrenarse en los distintos aspectos de la competencia (escalada, natación).Con la llegada de las primeras aves migratorias a los islotes, en época de primavera, se daba comienzo a la carrera. Los hopu manu o competidores celebraban una comida ritual llamada 'umu tahu', pintaban sus cuerpos con 'Kiea' (tierra mineral de colores extraída desde los acantilados) y después procedían a bajar el acantilado inmediato a la aldea de Orongo, con una altura de unos 300 m sobre el nivel del mar. Luego nadaban hacia el mayor de los islotes, Motu Nui, distante unos dos kilómetros. Los hopu manu esperaban en cavernas que las aves nidificaran sobre el islote. Una vez que los pájaros ponían sus huevos, se procedía a capturar uno, y a anunciar hacia Orongo que se era poseedor de éste. Se reiniciaba la natación, se escalaba el acantilado hasta la aldea y el hopu manu que entregaba primero el huevo a su ariki (rey) lo convertía en el tangata manu, jefe religioso y político de la isla durante un año.detuvo las grandes guerras tribales, dejando una calma relativa a Rapa Nui. En esa época arribaron los primeros visitantes occidentales, lo que coincidió con la elección del último tangata manu.

jueves, abril 24

Por Pedro Lemebel / La Nación Domingo


Un huevo no es pollo

Alguna vez le pregunté a mi madre si se había
hecho algún aborto. Me dijo que sí con aburrida
indiferencia y después hablamos de otra cosa,
mientras ella apagaba la tele donde el cura
Hasbún vomitaba sentencias y amenazas con cola de lagarto.

Algo hay que decir, al menos desatar la ira
frente a la impudicia de cinco momias del
Tribunal Constitucional que se arrogan el derecho
de apoderarse del cuerpo de la mujer para decidir
sobre sus proyectos fecundatorios.

Pareciera que después de tanto andar en el
difícil trayecto de la liberación, ciertos
proyectos de identidad que creíamos ganados son
remitidos a la mazmorra feudal del catolicismo
inquisidor. ¿Pero quiénes hablan de la vida y la
familia con la boca llena de espermios vinagres?
La misma derecha miliquera cómplice del crimen a mansalva.

¿Quién habla de la vida y pone los ojos blancos
mirando al Altísimo? El mismo prelado al que se
le espumea la boca negando el condón, que es el
único salvoconducto en la frontera del sida.
¿Acaso, señor eclesiástico, su celibato pedófilo
es más recomendable? Tal complicidad retrógrada
entre los magistrados y la curia violenta el
derecho que tiene toda mujer a decidir sobre su
cuerpo. Si no eres dueña de tu cuerpo, mujer, ¿de
qué *???* eres dueña? Mujer pobre, mujer
proleta, mujer obrera, cansada de trabajar,
lavar, educar, amamantar a la prole que, según
estos beatos, te manda Dios. Como si Dios te
diera un bono de mantención para la crianza. Como
si los críos vinieran con una beca divina. Mira
tú, si los ricos Opus pueden darse el lujo de
parir a destajo porque les sobran las lucas.

En el fondo, como dice una amiga, este pastel
podrido es segregación clasista. Que tengan
guaguas como conejas las cuicas UDI, que tienen
servidumbre para que les críen a los nenes
blanquitos. Porque también, si ellas no quieren,
pueden hacerse el aborto de un millón, en el
fundo o con el médico de la familia, y después
llegar regias al cóctel en La Dehesa.

Pero esa realidad glamorosa no es la suya, señora
pobla. Con cueva ha logrado tener tres niños, y
aun así, usted y su marido se sacan la chucha
para educarlos. Y esa monserga de la vida, del
huevito, del feto de días que piensa, canta ópera
y recita la Biblia, el feto filósofo que es más que un ser humano.

Quién sabe, quién tiene la seguridad del momento
cuando empieza el mambo de la vida. Pura culpa y
más culpa que le meten en la cabeza. Como dice mi
amiga feminista Raquel Olea, ¿cuando usted se
come un huevo, qué se come: un huevo o un pollo.
Dirán que esto es facilismo. ¡Manual feminista!,
gritará alguna cuica Opus. ¿Y qué? Todas las
mujeres populares saben del aborto, del palo de
perejil, del alambre y de los riesgos que corren
con las aborteras clandestinas.

Además, todas conocen los malos tratos y
crueldades a que las someten en las postas
públicas cuando llegan con hemorragia. La culpa
cultural es la construcción madre, virgen y
mártir que ha hecho esta sociedad occidental de
la mujer. ¿Qué sabe el hombre de un cuerpo
agredido en su género desde que nace? Nació
chancleta, decía antes la gente, y las perritas se ahogaban en el río.

Lo mismo pueden decir de mí; qué sé yo de esto,
de un territorio corporal tan vasto y mortificado
por un designio religioso y parturiento. Y quizá
tendrían razón, pero me complicito con la
libertad del cuerpo mujer y sus decisiones de
supervivencia, de tener o no hijos, de tomar la
píldora del día después, después de tener un rico
sexo espumeante. ¿Por qué estos rígidos señores
condenan a la clase trabajadora a tener sexo sólo
procreativo? ¿Y si el polvo era sólo por
calentura casual? Si la cachita era sólo para
pasar la neura, sólo por deseo. Ustedes,
señoronas de misa dominical, ¿conocen la palabra
deseo? ¿O sólo se abren de piernas para tener
hijos? Pero ese es problema de ustedes, y no
tienen que imponer esa moralina al país entero.

Tampoco se crean las damas zorrijuntas que llegar
al aborto es una gimnasia recreativa. Si fallaron
las pastillas, si no resultó el tarro, si el
condón se rompió, la colegiala, la pobladora,
tiene que vender lo que no tiene para arriesgarse
con un raspaje con gillete mohosa.

Alguna vez le pregunté a mi madre si se había
hecho algún aborto. Me dijo que sí con aburrida
indiferencia y después hablamos de otra cosa,
mientras ella apagaba la tele donde el cura
Hasbún vomitaba sentencias y amenazas con cola de lagarto.

martes, marzo 18

Cáncer

La piel cubre el hueso
los elementos repartidos en diminutas partículas.
el cáncer despierta en el cuerpo y tiñe los dientes,
el cerebro se enegrese tambièn
las tripas y los ojos.
Algo se perece adentro
los elementos se separan y nace la muerte.


jueves, marzo 13

Mis novietas ( Arthur Rimbaud)



Un hidrolato lagrimal lava
los cielos verde-col:
bajo el àrbol retoñador que babea
vuestros zapatos

blanco de lunas pecularies
en los montonves redondos,
¡entrechocad vuestras rodilleras,
feúchas mías!

Nos amábamos hace ya tiempo
¡feucha azul!
comiamos huevos pasados por agua
y álsine
Una ves me coronaste poeta,
feúcha rubia:
baja aquí a que te dé unos azotes
en mi regazo.

Vomitè tu bandolina
feúcha negra;
hubíaeras cortado mi mandolina
con el filo de tu frente.

¡Ho mis novietas,
cuanto os desprecio!
¡Sujetad con dolorosos trapos
vuestras tetas!

Pisotead mis viejos tarros
de sentimiento en conserva.
¡Venga, pues! ¡sed mis bailarinas
por un instante!

Vuestros omóplatos se dislocan,
¡ho amores míos!
¡con una estrella en vuestros rillones
cojitrancos, dad vueltas y vueltas!

¡Y pensar que hice versos para estos
codillos de cordero!
¡Quisiera partiros las cadenas
por aberos amado!

Bajo las lunas pecularies
en los montones redondos,
¡Estrechocad vuestras rodilleras,
feúchas mías!